
Son las pequeñas cosas y el cuidado por los demás lo que hace la diferencia en este mundo. No es lo que los productos hacen, sino cómo hacen sentir a la gente. Y esto aplica para todo, desde un automóvil hasta un examen médico. Es el caso de esta resonancia magnética pediátrica.
No hay nada más estresante que una resonancia
Una resonancia es un examen que genera ansiedad y angustia, especialmente en los niños. Entendiendo que la experiencia del paciente va mucho más allá de la eficacia del examen, el Instituto Roosevelt en conjunto con Siemens, diseñaron este cuarto de resonancia como una estación espacial. Además de la decoración, el equipo está pensado tecnológicamente para reducir la ansiedad.
Proporciona imágenes nítidas incluso con pacientes inquietos, permite que los niños más grandes no requieran sedación para el examen, la velocidad del software minimiza el tiempo de los análisis y la tecnología del resonador logra imágenes 50 % más rápidas (menos tiempo en la cámara).
Experiencia es cómo hace sentir a la gente
La función principal de un equipo de diagnóstico es que las imágenes salgan precisas; y la del hospital que el examen quede bien hecho e interpretar correctamente los resultados. Entonces, ¿qué tiene que ver esto con la decoración del lugar y la tecnología de aceleración de la velocidad del examen? Todo. Si el paciente está tranquilo, el examen sale mejor. Si el examen sale mejor, no hay que repetirlo ni volver a pasar al pequeño por esa experiencia.
Es la filosofía de los detalles que enamoran. Ir más allá de lo evidente y de lo netamente funcional para lograr un impacto mayor o como en este caso, crear una experiencia que busca reducir la ansiedad. No se trata del producto que vendemos. Se trata de lo que ese producto puede hacer por la gente. Al final todo se reduce a eso. A tocar la vida de las personas. La venta es la consecuencia de servir. Vender es ayudar.